Psico4

Por Raquel Putin Saura 08 nov, 2019

¿Cuántas veces hemos jugado al clásico juego de “me quiere, no me quiere” con una margarita?


Cuando te empezaba a gustar alguien en clase y no tenías el valor suficiente para declararte, o bien no sabías si lanzarte de una vez por todas,  lo dejabas todo al azar y te ponías manos a la obra con aquella pobre margarita que no tenía culpa de nada.


Así es, cuando los seres humanos no sabemos lo que va a pasar, creedme lo llevamos realmente mal.


¿Y qué pasaba cuando la margarita decía que aquella persona no nos quería?


¡Pues a por otra!


Así que, otra margarita pasaba a ser víctima de nuestro capricho con el destino, y hasta que no saliese la respuesta que queríamos pues no íbamos a parar.


Pues bien, yo me pararía en ese momento y me haría esta pregunta:


¿Me quiero a mí mismo?


Aquí no hay margaritas que valgan, porque supuestamente la respuesta la debemos saber.


Para algunas personas esta respuesta no es fácil, puesto que también depende de las experiencias que hayamos vivido y el mensaje que recibimos de otras personas, hace que nuestra autoestima pueda variar.


Pues bien, si eres de esas personas que se está pensando si se quiere a sí mismo o no, seguramente es porque no te quieres como deberías quererte, así que toca ponerse las pilas.


Al fin y al cabo se trata de mejorar nuestra autoestima, para luego poder querer MEJOR a los demás y liberarnos de relaciones tóxicas.

 

Por Raquel Putin Saura 11 jul, 2019

 

Día a día miro a mi alrededor, e intento una y otra vez no caer en la constante comparación. Y es que, des del boom de las redes sociales, ya no tienes ni que salir de casa para compararte con otras personas.


Está claro que las redes sociales tienen muchos beneficios, pero también pueden ser un arma de doble filo, mediante la cual nos comparamos constantemente con otras personas (seguramente esas personas harán o tendrán cosas que tu no tienes y te encantaría tener o hacer). 


Por lo tanto vivimos sumergidos en una constante infelicidad anhelando vivir lo que otros viven y tener lo que otros tienen.

Ante este panorama, la cosa no mejora cuando nos surge una problemática en nuestra vida. Dicha problemática simplemente acentuará más estas comparaciones y esta anhelación por vivir la vida como otros nos la muestran. En este punto es cuando en sesión, empiezo ha hablar a mis pacientes de lo que es la resiliencia.


Para los que no lo sepáis, la resiliencia es una palabra que proviene del latín resilio que significa volver atrás . Este concepto hace referencia a la capacidad que tenemos las personas para anteponernos a las adversidades y a los golpes que nos da la vida . Por lo tanto, nos permite seguir adelante aprendiendo de todo aquello que nos pase y pudiendo vivir la vida de una forma más plena. Esta capacidad se puede entrenar, y nos ayuda a las personas a ser menos vulnerables ante los obstáculos que nos podemos ir encontrando a lo largo de la vida .


Si eres una persona resiliente, cuando te encuentres ante una dificultad o ante una situación dura (muerte de un ser querido, se termina tu relación de pareja, etc.), en cambio de acceder a las redes sociales para “torturarte” y ver lo felices que son otros y lo mal que estás tú, te centrarás en ti mismo, en como irte superando día a día y en apreciar cada momento que la vida te regala.


Ahora bien…


¿Cómo puedes empezar a entrenarte?


La terapeuta Monia Presta nos da algunos consejos:


1.     Aceptar que el cambio es parte de la vida. Tenemos que aceptar aquello que no podemos cambiar, y focalizarnos en lo que si podemos modificar.

2.     Ver las crisis como posibilidades de cambio. No verlas como obstáculos insuperables.

3.     No intentar cambiar las situaciones. Lo único que podemos hacer es cambiar la interpretación de ellas.

4.     Pedir ayuda y aceptar apoyo. Socializar es un antidepresivo natural, apoyarnos en las personas que nos quieren fortalece la resiliencia.

5.     Fijarse más en el presente, y no en el pasado o en el futuro. Un exceso de pasado genera depresión y un exceso de futuro ansiedad.

6.     Meditar.  Es una forma muy efectiva de centrarse en el presente.

7.     Hacer actividades placenteras, relajantes y practicar deporte. Todo esto hará que produzcas serotonina, el neurotransmisor del bienestar.

8.     Practicar el autoconocimiento.   En el caso que te cueste conocerte a ti mismo, puedes empezar  terapia psicológica para conocerte mejor.

9.     Desarrollar el pensamiento lateral. Ver un problema, según varios enfoques y buscar distintas soluciones a los conflictos.

10. Relativizar lo errores y verlos como oportunidades de aprendizaje. Cuando cometemos errores es cuando tenemos la posibilidad de crecer.

Por Raquel Putin Saura 17 abr, 2019

Cada uno de vosotros tendréis diferentes respuestas y opiniones a esta pregunta. En mi opinión yo diría que sí. Tal y como dice la Psicóloga Clínica Emma Ribas, nuestra sociedad vive un cambio de paradigma y ese cambio consiste en que nada es para siempre. Es decir, hará relativamente pocos años, cuando te casabas se suponía que esa pareja era para siempre, la casa que te comprabas, el trabajo que tenías…etc. Ahora todo eso puede cambiar, y la verdadera dificultad está en cómo nos adaptamos a esos cambios.


Bien cierto es, que si los cambios son positivos, como por ejemplo que progresamos laboralmente y como consecuencia nos aumentan el sueldo, nuestra adaptación al cambio será mucho mayor que si no lo son.


La paradoja en este caso la encontramos cuando, pese a que vivimos en una sociedad que nos impulsa al cambio constante, aun así mostramos ciertas reticencias al cambio, ya que esto nos puede conllevar a hacer frente a emociones y sentimientos tales como la frustración o la tristeza.


Por lo tanto, tenemos que empezar a cambiar el “chip” (para aquellos y aquellas que todavía no lo hayáis cambiado) y empezar a ver la vida cómo aquello que está en constante cambio, y como consecuencia tendremos que empezar a entrenar nuestra mente para tener la habilidad de conseguir adaptarnos a ella de la mejor manera.


Recuerdo un día escuchando a una profesora del máster de sexología que estoy cursando (sinceramente no me acuerdo de qué profesora fue exactamente), pero hablaba de la felicidad y de qué si podíamos ser capaces de vivir una vida plenamente felices. Ella comentaba que en la vida desafortunadamente hay aspectos que no los podemos evitar, que nos marcarán para siempre y que en esos aspectos será más difícil sacar un aprendizaje (por ejemplo la muerte de una persona cercana a ti), pero que al fin y al cabo la vida no consta solo de buenos momentos, sino que realmente la verdadera habilidad seria en cómo sostenemos nuestra vida, adaptándonos a los buenos y a los malos momentos. La descripción me gustó ya que me pareció muy gráfica, y no sé vosotros, pero yo soy de las que me gusta imaginar algo en mi mente en forma de metáfora, para darle significado a un concepto.


Así que bien, ahora mismo nos encontramos en un momento en nuestra sociedad arrastrados por el cambio, donde nos vemos obligados a desaprender lo aprendido, tal y como dice el psicólogo Isaac López en su libro titulado “cambiar”.


La clave está en ver los cambios como oportunidades de crecimiento y aprendizaje, y sobre todo, no dejarse llevar por el miedo que nos puede arrastrar hacia el bloqueo.


Por Raquel Putin Saura 05 abr, 2019

           ¿Os habéis parado a pensar si sois personas que os quejáis mucho?


¿Conocéis a alguien que sea muy quejica?


Os animo a que hagáis un día una prueba y contéis las veces que os llegáis a quejar durante todo un día, os puede pasar que os sorprendáis y que a veces ya tengamos la queja tan automatizada, que no somos conscientes de las veces que nos llegamos a quejar. Es importante tener en cuenta que cuando nos sucede algo que nos disgusta, es común que la primera reacción sea coger el teléfono y llamar a alguien de confianza para desahogarnos. Por lo tanto hay veces que la queja la utilizamos para desahogarnos con alguien, sentirnos comprendidos y luego a ver qué podemos hacer para cambiar dicha situación (en los casos que sea posible).


La queja es el mecanismo por el que traemos al presente cosas del pasado. Si nos quejamos de forma constante nos puede llevar al desgaste e incluso es un mecanismo para eludir nuestra responsabilidad. Ciertamente, es muy complicado no caer en este común hábito. Con esto no quiero decir, que lo hagamos de forma consciente, sino que es una forma de liberarnos de la culpa y de la rabia por habernos equivocado. Esto va muy relacionado con el post anterior que hice sobre “la otra cara del error”, en el cual hablo sobre el miedo que solemos tener las personas a salir de nuestra zona de confort y enfrentarnos a la posibilidad de que no nos salga bien y sentir emociones tales como la frustración (si no lo habéis leído os animo a que lo hagáis) :)


También en algunas situaciones cuando nos quejamos, estamos culpando a otras personas de lo sucedido y por lo tanto nos convertimos en víctimas. Eludiendo cualquier responsabilidad y a su vez, evitando hacer una autocrítica, aspecto que a algunos nos puede llegar a incomodar, si realmente lo sucedido nos da bastante rabia, la autocrítica será más difícil que llegue.


Bien es cierto, que en algunas ocasiones la queja puede funcionar como mecanismo de cohesión social o de placer inmediato. Es decir, imagínate un día en el trabajo el cual has tenido alguna situación desagradable o alguien ha actuado de una forma contigo en la cual tu no estabas de acuerdo. Seguramente, cuando tengas un rato a solas llamarás a alguien de tu confianza, o al llegar a casa te desahogas. Pero es importante que sepamos separar el desahogo de la rabia contenida, ya que eso nos hará ser bastante improductivos y poco objetivos, con lo cual en ambos aspectos eso no nos beneficiará en un futuro.


La psicóloga Rocío Carmona, explica un experimento (os animo a que lo probéis) cuyo objetivo es reducir nuestro nivel de queja. A continuación os dejo los pasos:


1.     Bebe sorbos de agua cada vez que te quejes.

2.     Practica la gratitud.

3.     Fíjate en lo que los demás hacen bien, en lugar de criticarlos.

4.     Haz ejercicio regularmente.

5.     Trabaja la aceptación.

6.     Practica la humildad, no somos el centro del mundo.

 

Por Raquel Putin Saura 22 mar, 2019

Vivimos en una sociedad orientada al éxito y eso hace que tendamos a esconder nuestras debilidades e incluso negar que las tenemos.


¿Es así como debemos actuar?


¿Nos dejamos arrastrar por esta marea de perfeccionismo?


Es importante que valoremos el aprendizaje más allá de su resultado, superando la resistencia que supone llevar a cabo algo a lo que no estamos acostumbrados o que no se nos da bien. Por naturaleza tendimos a tener un freno psicológico al error, que nos lleva por inercia a llevar a cabo determinadas acciones en las que nos sintamos cómodos.


¿Dónde queda el valorar un aprendizaje más allá de su resultado?


Cada uno de nosotros tenemos nuestra propia zona de confort, que es un espacio en el que nos sentimos cómodos y nos resulta difícil salir de esa zona. La clave está en empezar a ver esa ampliación de la zona de confort no como algo complicado, sino como un aprendizaje, viéndolo como una oportunidad para cultivar nuestros talentos e intereses.


Des de mi punto de vista, el hecho de haber crecido en un sistema educativo donde nos ponían un único modelo de aprendizaje, nos ha hecho que a lo largo de nuestra vida nos sea difícil salir de esa zona de confort, ya que deberemos hacer frente a emociones tales como la frustración o la desesperanza.


Dicho esto, debo decir que hoy día las escuelas están intentando cambiar ese enfoque de tener un único modelo de aprendizaje como válido.


¿Cómo podemos empezar a ver la otra cara del error?


Cuando nos enfrentamos a la posible incomodidad que conlleva el realizar una tarea determinada que no estamos acostumbrados a realizar o que consideramos que no se nos da bien, es importante que lo afrontemos des de una posición de acoger todo lo que pueda conllevar o lo que pueda venir, pensando que esto nos ayudará a crecer.


Si adoptamos una postura tenaz ante estas situaciones, des de la perspectiva de autoconocimiento y de una forma resiliente, podremos conocer la otra cara de nuestro error.


Por Raquel Putin Saura 22 feb, 2019

Muchos de nosotros nos hemos preguntado alguna vez qué factores tenemos que tener en cuenta para que una psicoterapia tenga éxito, y como consecuencia tanto vuestro paciente como vosotros, os sintáis cómodos.


Haciendo referencia a la pregunta sobre qué es lo que favorece que una entrevista sea exitosa, desde mi punto de vista hay cinco factores que influyen en que el paciente vuelva a una segunda sesión son:


-         La empatía: que el paciente vea que conectas con su sufrimiento y que por lo tanto, se sienta cómodo para seguirse abriendo.

-         Escucha activa: que sienta que le estás prestando total atención y que por lo tanto muestras interés en lo que el paciente está explicando.

-         Puntualidad: des de mi punto de vista, si es la primera vez que te citas con alguien y no hay una puntualidad, la otra persona puede pensar que no existe una formalidad y como consecuencia eso le repercutirá en tomar una decisión una vez haya finalizado la primera sesión.

-         Prescripciones: que el paciente ya en la primera visita se vaya con algo. Es decir que por una parte note que en el espacio se ha podido desahogar y expresar libremente todo lo que sentía y que una vez terminada la sesión pueda continuar trabajando en ello, y mejorando. Esto hará que le resulte más interesante realizar una segunda sesión.

-         Comunicación: que la comunicación sea clara y des de mi punto de vista “que hables el mismo lenguaje que tu cliente”, es decir, no llenarlo de tecnicismos ya que probablemente no te entenderá y como consecuencia no volverá para realizar una segunda sesión.  

 

Haciendo referencia a los factores que van a favorecer que la entrevista sea un fracaso y que el paciente no vuelva encontramos:


-         No responsabilidad: que el paciente tenga una actitud de delegación hacia el terapeuta y piense que con sólo ir a terapia va a poder resolver sus problemáticas. Es importante que des de la primera sesión el psicólogo deje claro que para que hayan cambios el paciente tiene que participar y tener una actitud más activa frente a sus dificultades.

-         Poca alianza terapéutica: que el paciente no se sienta comprendido, y por consiguiente no se vincule con el terapeuta. Eso hará aumentar las posibilidades de que no acuda a una segunda sesión.

-         No queda clara cuál es la demanda del paciente: es importante clarificar por qué está aquí, y por lo tanto dejar claro qué espera el paciente de la terapia.

-         Mala relación con el terapeuta: al ser seres humanos no hay garantía que la relación entre terapeuta y paciente vaya a ser exitosa, por lo tanto existe una posibilidad que no haya ese “feeling” y como consecuencia no se continúe con el proceso terapéutico.

-         Exceso de tecnicismos: está bien utilizar algún que otro tecnicismo, pero si llenamos nuestro vocabulario de tecnicismos el paciente no se sentirá cercano a ti para abrirse y por consiguiente no volverá a una segunda visita.



¿Y vosotros qué factores añadiríais a los de la lista?

Por Raquel Putin Saura 10 feb, 2019


Muchas parejas que viven momentos de crisis les cuesta encontrar la respuesta a esta pregunta, y es que:


¿Cuándo hay que ir a terapia de pareja?


A continuación os dejo algunas señales que ponen de manifiesto que una pareja podría necesitar terapia:

 

*La primera señal: los fallos en la comunicación . Algo tan simple y a la vez tan complicado como la comunicación. Se utiliza el espacio terapéutico como un espacio el cual cada uno va hablar honestamente de los distintos puntos de vista que tienen sobre una problemática en concreto, y se intentarán encontrar nuevas dinámicas de relación.



*Segunda señal: l a pareja pasa por un momento de crisis , debido a un hecho puntual (por ejemplo muerte de un familiar). La terapia de pareja suele ser de utilidad, para hacer que esta experiencia que causa dolor, no se extienda a otros ámbitos de la relación de pareja.



*Tercera señal: hay problemas en la intimidad. Cuando hablamos de intimidad no solo hablamos de relaciones sexuales, sino que en momentos en que la pareja está sola, no se aprecian señales de afectividad ni complicidad, como puede ser mirarse a los ojos, darse un abrazo, etc. La terapia puede ser un buen espacio para empezar a incorporar en la relación este tipo de dinámicas.



*Cuarta señal:   no hay acuerdo en los planes de futuro . Si que es cierto que lo importante es el día a día y el presente, puesto que lo que cuenta es el instante que estamos viviendo. Pero si que es cierto que en una relación de pareja es importante que la perspectiva de futuro sea mutua. Cuando se perciben conflictos en este aspecto, puede que haya llegado el momento de ir a terapia.



*Quinta señal: cuando se intenta dar paso a la reconciliación , y los sentimientos que se generan son de desagravio y de rechazo, lo cual nos lleva a no poder llegar a una reconciliación. Y ambos miembros de la pareja se quedan inmersos en la negatividad.


Por Raquel Putin Saura 29 ene, 2019

La forma en que nos vemos a nosotros mismos cuando nos miramos en el espejo, cómo nos vemos… Influye y mucho en nuestra autoestima.

Es más, hace que la forma que tenemos de dirigirnos a los demás, cómo nos expresamos, la seguridad que tenemos en nosotros mismos para hablar con otras personas varíe en función de si nos gustamos a nosotros mismos y estamos contentos tal y como somos.

Vale, si que es verdad que tampoco hace falta que nos veamos perfectos, pero si que tengamos una mirada más conciliadora hacia nosotros mismos, y que no seamos tan duros con los mensajes que nos mandamos cada vez que nos miramos al espejo. Tú tienes que ser el primero que te tienes que querer y te tienes que valorar.

No te quedes de brazos cruzados y sufriendo pensando que estás condenado o condenada a no gustarte, aquí te dejo algunos consejos que puedes aplicar en tu vida cotidiana:

 

Evita conversaciones en tu vida que impliquen hablar de lo poco que te gusta tu físico . Un claro ejemplo es hablar de deporte, gimnasios, dietas… Aunque la conversación no sea exactamente del deporte que haces o del tipo de comida que comes, sabes perfectamente que esa conversación se quedará grabada en tu cabeza y durante los próximos minutos estarás recordando todo lo que deberías hacer para llevar una vida más sana y como consecuencia estar más en forma.

Colócate desnudo/a delante del espejo y no vale criticar , mírate des de la compasión. A poder ser ponte delante de un espejo en el que te veas entero/a. Mírate des del cariño y tolerancia, como si estuvieses mirando a alguien que quieres.

Haz una lista de todo lo que te gusta de tu cuerpo . Analizando cada parte de tu cuerpo por separado (de los pies a la cabeza). Cuestionándote todos los pensamientos negativos que te vienen a la cabeza. Así podrás trabajar lo que se pueda mejorar, y mirar de una forma más realista lo que no puedas cambiar (yo siempre aconsejo que te pongas en contacto con un experto para que te guíe en todos los pasos, en el caso que hayas decidido hacer dieta o hacer ejercicio).

Trata tu cuerpo con mimo y resalta todo aquello que te guste de ti mismo/a. Siempre puedes probar también en cambiar algo de tu apariencia física. Por ejemplo: estrenar ropa, hacerte un nuevo peinado, cambiar de gafas…etc.

Ducky Doo es una educadora sexual que propone escribir en una folio catorce factores que para ti hacen una persona sea sexy. Por ejemplo: que sonría, que sea segura de sí misma…etc. Seguramente de esos catorce factores muchos de ellos no tienen nada que ver con el físico. A continuación, al lado de cada factor escribe una acción que podrías llevar a cabo para hacer más realidad y ponla en práctica.

También te recomiendo que para sentirte más conectado contigo mismo hagas ejercicios como yoga, reiki … ¡Puedes descubrir una nueva forma de verte a ti mismo y al mundo!


Si ves que pese a todo, sigues sin sentirte bien contigo mismo, te aconsejo que contactes con un experto. ¡Pero no te desanimes, llegará el día que podrás realizar estos ejercicios y beneficiarte de ellos, sintiéndote orgulloso/a de ti mismo/a!

Por Raquel Putin Saura 17 ene, 2019

"Tengo 20 años, mi primera vez fue hace tres años y des de entonces no he vuelto a tener ninguna relación sexual ya que tengo muy mal recuerdo de mi primera vez, sentí mucho dolor y no quiero pasar por esa sensación otra vez."

 

En este fragmento es importante tener en cuenta que cuando la paciente habla de relación sexual, no se refiere a los comúnmente conocidos como “preliminares” sino se refiere a relaciones sexuales con penetración.


Motivo por el cual me planteo las siguientes preguntas:

*quiero aclarar que cuando hablo de relación sexual en este caso hablo con penetración.

¿Cómo es de importante la primera relación sexual?

¿Qué debemos tener en cuenta?

¿Qué factores nos pueden influir?


Haciendo referencia a la edad , no hay una edad en la que es obligatorio que ya hayas tenido tu primera relación sexual (aunque nos parezca que la sociedad nos dice lo contrario). Yo diría que más bien depende de que sientas que es el momento y que estás con la persona “adecuada” para poder tener el encuentro.


A nivel personal, es importante ser consciente de que es lo que realmente te apetece hacer, y no caer en la presión de las redes sociales. Es decir, poder decir que NO si es lo que a ti te apetece hacer (y esto del NO va tanto para mujeres como para hombres).


Evidentemente implica un cierto grado de responsabilidad, es decir ser consciente de las enfermedades de transmisión sexual que hay y de la importancia del uso de preservativo (ya que no solo se utiliza como método de prevención de embarazos, sino que también sirve para prevenir enfermedades de transmisión sexual.)


Luego están las expectativas que nos creamos en relación al encuentro. Nos imaginamos un encuentro como el de las películas es decir:


Chico conoce a chica (o al revés), quedan y se gustan. Tienen su primera relación sexual donde ni siquiera se han tocado y ya están gritando de placer, ella se tumba en la cama, él le quita la ropa frenéticamente, se tumba encima de ella, en ese instante inmediatamente la penetra, los dos tienen un orgasmo simultáneo y terminan a la vez.


Seguro que mientras lo estabas leyendo te has imaginado alguna escena de una película, pues bien eso realmente nos ha creado unas expectativas que se alejan bastante de la realidad (o por lo menos en lo que se refiere a la primera vez).


Estas expectativas tan perfectas , nos hacen que en contrapartida sintamos miedo, inseguridad, nervios ante el “fracaso”.


Las chicas suelen mostrar preocupación ante: el dolor, si le gustará a la pareja, si van a sangrar (debido a la rotura del himen) o si se van a quedar embarazadas.

*cabe decir que cada mujer es distinta y que hay algunas que no experimentan dolor, o no sangran. Por lo tanto hay que liberarse de esos miedos, ya que cada uno experimenta su primera vez de una forma distinta.


Los chicos suelen mostrar preocupación por: estar a la altura (una expresión muy típica entre los individuos masculinos), que la pareja disfrute, preocupación por conseguir la erección y no terminar demasiado rápido.


La educación sexual que se dé en las familias tiene un papel muy importante sobre como esa persona se va a relacionar con el sexo por primera vez. Hay familias que hablan del sexo con naturalidad , como un aspecto más en la vida a sus hijos. Hay otras que lo tratan como un tema tabú , y es cuando los jóvenes se dejan llevar por lo que ven en la televisión (películas, pornografía…etc) o lo que cuentan sus amigos/amigas y eso les hace crear una serie de inseguridades que las pueden llegar a arrastrar a lo largo de su vida sexual.

 

Por Raquel Putin Saura 05 ene, 2019

¿Eso te sucede a ti?

Nunca me ha gustado generalizar, pero en la mayoría de personas que he atendido ése era un denominador común. 

Te pondré un ejemplo para que puedas hacerte una idea:

- estás en una cena y todo el mundo te dice lo buena que te ha salido la comida, a lo que tu respondes "bueno, quizás me ha quedado un poco dura la carne" o "tendría que haberle puesto un poco más de sal".

- sales un viernes por la noche y te dicen que estás muy guapo/a, a lo que tu respondes "¿seguro? pues no me gusta como me quedan".

- llevas todo el día en casa de  relax  y te empiezan a venir pensamientos en la cabeza como "no estoy haciendo nada, ya verás mañana que día me espera" o " que forma de desperdiciar un día".

- te comes un postre de estos rellenos de chocolate como por ejemplo un  coulant  (yo los adoro) y enseguida te viene el pensamiento a la mente de "madre mía lo que me va a costar quemar esto en el gimnasio" o "uf esto me va a ir directo al culo". 

¿Dónde queda el vivir el momento, el disfrutar de un rato placentero? 

Siguiendo los ejemplos que he puesto te comento como podríamos neutralizar estos pensamientos negativos:

- en el momento cena: muchas gracias, la verdad es que estoy contento/a con el resultado. 

- momento salida: ¡me alegra que me digas eso!

- momento relax: oye pues necesitaba descansar, llevo una semana de locos. Cuando tenga un rato miro de organizarme la semana para recuperar el tiempo de hoy. 

- momento postre: un día es un día, y lo que he disfrutado comiéndome este postre. 

Evidentemente,  cada uno de vosotros responderíais de una forma u otra a los ejemplos comentados. De hecho, os animaría a que cada uno os imaginarais respondiendo ante estas situaciones.

Presta atención a tus diálogos internos, lo que nos decimos a nosotros mismos tiene mucho peso en cómo vemos la vida, cómo nos sentimos, cómo podemos reaccionar ante una situación…

Ten en cuenta que si es algo que ya ha pasado, por mucho que le des vueltas a la cabeza, solo te llevará a la preocupación y a no poder centrar nuestra atención en lo que podemos hacer después.

En esas situaciones piensa: no me voy a preocupar, y me voy a ocupar de lo que puedo hacer para mejorar esa situación o mi estado de ánimo.

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